viernes, junio 23, 2006

sheer heart attack


















certero ataque al corazón
cuatro tipos en la tapa de un disco
sudor, rojo y negro
lascivia sin pudor
pechos, pelos, manos, cuerpos
sombras y espesura
el rock de Brighton
la reina asesina
la vivienda Funster
el golpe de la muñeca
los lirios del valle
ahora estoy aquí
en la era de los dioses
loco frío de piedra
queridos amigos
la falla del tiro
traelo de vuelta Leroy Brown
ella me hace
y me deshace.

partículas

la lengua áspera del vino
una mueca que dispara fantasías
no brilla pero alumbra mi oscuridad
el beso que me diste con gusto a risa.
el placer de consquistar pequeños mundos
todo lento, todo despacio,
con ritmo de siesta
parece que se disfruta más
el vértigo puede estar en la quietud
dejé en tus mejillas mis partículas
los átomos son mi ofrenda
lo mínimo, lo imperceptible.

jueves, junio 15, 2006

las manos gastadas

no me cansé de arañar las paredes
hasta que me di cuenta de que era placentero
y decidí alejarme del vicio que me daba goce.
pasaste por ahí y me viste tirado
las manos gastadas y la cara gris del llanto
yo estaba tan concentrado en destruirme
que casi no percibí tus pasos.
cuando giré (estaba en el piso acurrucado como un niño)
vi tu rostro duro, de piedra imposible de quebrar
y lloré más fuerte.
no dijiste nada, ni siquiera miraste.
me atraganté y no lloré más.
nunca más.

castillito

débiles tiemblan
los castillitos de arena
que construí con mi mente
sin pala
y sin escarbar.
después, sin vidrio
lo rodeé de un cristal
diáfano y casi invisible,
que protegía como nada.
un día lo lustré
para que el castillito
se vea más,
casi encandilaba de lindo.
otro día lo acaricié
para darle amor.
hoy agarré un martillo
pesado, grave, de acero
y rompí el cristal.
estalló en perlas
que se clavaban en los ojos
y sangraban a chorros.
mientras miraba los restos
de la coraza,
y me lamía la sangre,
tomé una guadaña
y quebré a la mitad
la construcción de arena.
de un sólo golpe derribé
el castillito de arena cubierto por una capa fina de cristal.
ver los escombros
fue casi tan hermoso
como ver la obra.

domingo, junio 11, 2006

sábanas

Podría esconderme de vuelta

bajo las sábanas blancas

y volver a asomarme

cuando dé otra vez la noche

y no se vean las marcas

en la cara,

ni la fatiga en la espalda

ni el desconsuelo en la mirada.

La escarcha de mis días,

el hielo de mi corazón.

amor, papá, mamá, yo, 1981

UNA SIRENA

- ¿Te hago acordar a alguien?

- No. ¿Por qué?

-Porque me mirás como buscando otra cara que ya conocés bien.

-No. Capaz que ya te memoricé y mirándote recreo el recuerdo de mirarte.

-Pero no me viste muchas veces.

-Yo creo que las suficientes.

-¿Alguna vez viste cómo se reflejan las estrellas en el mar? Se llaman fosforescencias.

-No, nunca las había visto. Son lindas. ¿Te dije que parecés una sirena?

-¿Te parece? ¿Cómo son las sirenas? Lo distintivo son las piernas que en realidad es una gran aleta y que son hermosas e irresistibles, no?

-No sé cómo son las sirenas. ¿Nunca te pasó sentir un olor y saber que ese olor es de algo que tal vez nunca oliste? Vos sos una sirena. Debe ser el pelo, negro y con ondas que le dan vida propia. Mirá cómo hace con el viento. ¿Viste? O tu mirada, infinita y aguda. Es como si me penetraras con la mirada, pero también es como si no me miraras. Es raro. Aparte tus ojos brillan.

-No mientas. Tengo ojos marrones muy comunes.

-No te confundas. Que sean marrones no quiere decir que sean comunes. Aparte unos ojos de un color menos usual sin una linda mirada no significan nada. Tus ojos son lindos gracias a tu mirada. Creeme, brillan. También es tu cara. Tenés facciones exóticas.

-Mi papá me dice siempre que tengo un rostro especial.

-Tenés que ser una sirena. No podes ser otra cosa. Y para completar el lote, tu voz. No sale de las cuerdas vocales, sale de más adentro o de ningún lado o de todos lados. Es ancestral y atemporal.

-Para mí que exagerás, pero es divertido escucharte. Igual te olvidás de que las sirenas atrapan a los hombres con su canto y los confinan a la muerte. Y yo no canto bien.

-De vuelta te equivocás. Esas son las sirenas de los cuentos infantiles. Las verdaderas sirenas se valen solamente de su mirada para cautivar hombres. Mirame. ¿Ves? Listo.

Lo que yo no sabía era que las sirenas regresan de repente al mar, sin aviso previo. Cuando me quise dar cuenta ya no estaba: se había ido para siempre.

sábado, junio 10, 2006

flotan

caen
lo siento
se arrastran
perduran

gotea
me mojo
húmedo
voy

promedia
la noche
no ver nada
el infinito

sudan
los cuerpos
aturdidos
la madrugada

despegar
más allá
volar
aterrizar

jadea
se escucha
me gusta
tiembla

gajos
desbordo
goce
aplomo

correr al espejo
la decisión
mirar mirarme
Elegir

fiestas

Nosotros somos metafiesteros,

le dije a santiago.

Mirar a la gente bailar,

cada uno con su rol.

La gente en las fiestas

tiene un rol.

Todos saben qué es lo

que se puede hacer y

qué es lo que no se puede hacer.

Cuando sonreír y cuando fijar la mirada.

Moldes.

Estructuralismo y agentes.

Los machos patéticos intentando

llamar la atención de las hembras

que se mueven con más naturalidad.

La noche les sienta bien

y parecen disfrutarlo en silencio,

pero el hombre no.

Busca con la lengua afuera

a la presa que le servirá

para descargar sus fluidos

que se espesan con el vapor

y el sudor de los cuerpos.

Se nota en sus movimientos

el llamado gutural de su lascivia.

Canino en celo que mea árboles.

Dejar la huella que marque el territorio

y seguir girando para obtener la carne.

Y ellas bailan en grupo,

pequeñas manadas de hembras entrenadas

que funcionan al compás de los sonidos.

Casi no miran, se sonríen y de reojo observan:

mirar es entregar la última porción

de la intimidad.

El macho suda y da asco,

las horas lo convierten en un mendigo,

en un cartonero de labios.

Hurgar en la mugre hasta encontrar

algo que lo alimente.

Comer es un acto natural

y a veces no importa qué

con tal de lograr la supervivencia.

Hasta que una hembra distraída

lanza miradas tibias al azar

y el perro va,

casi cojo, casi famélico, casi muerto.

El acto será un descuido más de los instintos,

la llamada ancestral de la energía sexual,

el pedido mudo del monstruo

que habita el cuerpo y lo domina.

Depende de donde lo mires,

me dijo santiago,

La escena puede o ser divertida

o ser patética.

El frágil borde de la noche,

la línea que no se ve

pero que uno sabe que si la pasa

no hay retorno.

Vengan a bailar amargos,

nos gritó pablo,

mientras levantaba la pata y meaba un árbol.

La era de las máquinas

Cómo hacer pasar el tiempo

si las agujas no giran,

y si girar es repetir

hasta el infinito un movimiento

espejo de otro igual.

Y las imágenes disparan luces

tenues hasta el fondo del túnel.

Encontrar la salida a tiempo,

el desafío de los que quieren

sobrevivir a las computadoras.

La era de las máquinas

no tiene fecha de vencimiento

y el que maneja los botoncitos

ya no será un humano.

Hasta el dedo meñique que digite

la tecla enter será robotizado.

Ser será haber sido.

Enfermedades

Tengo sarampión, viruela y un amor.

martes, junio 06, 2006

licencia

lo obsceno de tu quietud
desbordó lo quieto de mi obscenidad
altar de estrellas estrelladas
simposio de carnes mutiladas
reunión de cuerpos
maldición de atardeceres rojos
espinas clavadas en el centro
desnivel; la sangre va toda a tu cabeza
morado, violáceo, bordó, hasta el negro
el grito que te inicia en la dimensión
nueva; ya sos otra,
ni el almidón de mi boca
ni el rencor de mis músculos rígidos
alto; detenerse y sentir la pausa,
a veces es más difícil quedarse quieto
que moverse, por reflejo el movimiento.

sábado, junio 03, 2006

Las marcas de mi yo

Reconstruirme.

Sacar lo que sobra

y modelar lo que queda.

Lo necesario.

Nadie más, salvo las sombras.

Ni el ascenso hacia ese lugar,

ni la bajada plana y rápida.

Las rectas doblan y se unen

formando círculos.

Caminar curvo.

Reconstruirme

es girar sobre mi eje

y seleccionar

lo necesario.

Las marcas de mi yo.

viernes, junio 02, 2006

¿la receta?

"Hombres jóvenes que queréis ser amados, tratad de persuadir con cortesía todas las mañanas a la mujer que el día anterior ha sido vuestra amante dorada, de que estás a punto de dejarla (...)"

Stendhal, en un artículo escrito para una revista en 1832, a propósito de Rojo y Negro.

humor irreal

cuando entré al baño vi el dentífrico atado a un hilo, colgando del caño de la ducha, entonces, fui hasta la cocina, y le pregunté a mi abuelo qué significaba eso. se dio vuelta y con una gracia natural, me dijo: Colgate! plop!

jueves, junio 01, 2006

rituales

Las mañanas en la casa de mis abuelos (siempre digo de mi abuela, no sé porqué, la otra vez una chica me lo hizo notar, por ejemplo, también suelo hablar más de mi papá que de mi mamá; la necesidad de tener una figura asociada a los espacios, no sé) siguen un ritual inalterable. La asociación con el cuento de Bioy Casares, El perjurio de la nieve, es inevitable. Siete menos diez mi abuela se acerca a mi cama y me dice que es la hora, que si no me levanto voy a perder el colectivo. A los cinco minutos exactos, como no me levanto inmediatamente, vuelve y me repite lo mismo, hasta que me rindo y me levanto. Al salir del cuarto, mi abuelo está en la cocina ultimando su labor matutina, que se reduce a preparar el jugo exprimido de naranja y el mate. Le doy un beso, y otro a mi abuela, que ya está en la cocina preparándome el desayuno. Como mi jugo de naranja ya está en la mesa, tapado con un platito azul gastado, que debe tener como 50 años, porque sino pierde las vitaminas, lo tomo así nomás, de parado, mientras mi abuela me indica que sobre la mesa están las medias, el calzoncillo y la toalla. Entonces, emprendo mi camino de diez pasos hasta el baño. En invierno me advierte que tenga cuidado al abrir la puerta del baño, ya que sobre el piso reposa la estufa. Me ducho, también siguiendo un ritual que no sigo cuando estoy en mi casa (entrar y correr la estufa para cerrar la puerta, encender la ducha y dejar el agua corriendo mientras hago pis, agarrar el champú del armario, poner el felpudo en el piso, poner el tapate de plastico en el piso de la ducha) y cuando salgo descalzo mi abuela me pregunta para qué me pone las pantuflas si no las uso. Me gusta estar en patas, le digo, ya más animado por el baño. Mientras me visto, mi abuelo empieza con el coctel de chistes y conversaciones que van de un tema al otro sin separadores. Cuando llego a la mesa, ya prolijo y casi listo para salir a enfrentar el día, me esperan dos tostadas de pan de salvado, a mi izquierda el mendicrim y la mermelada, y sobre el costado derecho, dos barritas de cereales que me abuela ya se encargará de decirme que no me las olvide. Cuando estoy por terminar la segunda tostada mi abuela trae el café con leche y lo apoya sobre la mesa. Entonces, me pregunta si quiero otra tostada y yo contesto que no. Mi abuelo, durante todo el ritual, no deja de contarme cosas, y hacerme chistes, y cuando los sucesos son muy desopilantes, mi abuela le dice que se deje de hinchar, que yo estoy dormido y que además, estoy apurado. Pero nada lo amedrenta.

Finalmente, siete y veinte ya sé que me tengo que ir. Podría ser un minuto antes, pero asi lo marca el ritual. Entonces, demoro unos minutos más en lavarme los dientes, otros en ponerme la campera, y saludo a mi abuelo, que nos despide en la escalera a las carcajadas por algún chiste que acaba de contar. Mi abuela lo regaña un poco, y lo perdemos de vista. En la puerta me miro en el espejo, la doy un beso y las gracias a mi abuela; ella me dice que tenga un buen día y empiezo a caminar las tres cuadras que me separan de la parada. Va a estar en la puerta cuidando mis pasos hasta que vea pasar el colectivo a lo lejos, segura de que ya estoy en viaje.