Sábado, la noche
Nos levantamos al mediodía y estuvimos un rato en el agua y al sol. A la tarde fuimos a un barrio cerrado (en construcción) que tiene acceso a unas cascaditas pobladas de piedras. Después, dimos unas vueltas por el centro de Merlo y tomamos un helado en la plaza principal (con su Municipalidad, Comisaría, etc.). Ahí mismo le pedí el celular a Poli, me alejé unos metros y llamé a N. Le dije que el domingo a la noche estaría llegando a Buenos Aires y que si ella quería, podía pasar por su casa. Me dijo que sí.
En la feria de artesanos compré unos dulces para llevar a casa y busqué sin éxito unas sandalias que N me había pedido hace varios meses y nunca las conseguí. Volvimos a Bele Aike a cambiarnos y regresamos al centro para cenar. Todos los lugares estaban llenos y había cola para esperar por una mesa. Decidimos buscar un restaurant menos poblado y entramos en uno que estaba más alejado del centro. La atención era mala: había más mesas de las que los mozos podían encargarse y seguramente, un solo cocinero. Después de una hora y media nos trajeron los pedidos en tandas. A Laucha le llegó la milanesa veinte minutos más tarde que las papas fritas y la rechazó. Pablo y yo esperamos dos horas por la parrillada hasta que le preguntamos a la moza y dijo que se había olvidado de pedirla. Entonces, pedimos la cuenta y en menos de dos minutos lo que faltaba estaba en la mesa. La dueña del lugar ofreció chivito para resarcirnos. Le dijimos que lo traiga por decir algo y pagamos sin esperarlo. Cuando ya nos habíamos levantado (Laucha estaba escaleras abajo, Pacho lo seguía de cerca, Pablo, Poli y yo un poco más retrasados) la mujer vino con la bandeja y nos obligó a sentarnos. Lo comimos y nos abalanzamos hacia la puerta sin darle oportunidad de retenernos nuevamente.
Como antes de ayer había ganado en la ruleta, los chicos (y también yo) querían comprobar (porque yo hacía alarde) si mis dotes para el juego eran reales o no. Jugamos como una hora y me saldo fue positivo. Gané cuarenta pesos, ante la incredulidad de mis amigos. Si bien el dinero ganado no era tanto, había que tener en cuenta que las fichas eran de dos pesos y ganar sumas altas era dificil.
Fugaz por mi mente, como una predicción, pasó la frase buena suerte en el juego…
Ya eran las dos de la mañana y Poli quería dormir bien para manejar descansado al otro día. Los otros fueron a bailar. Yo acompañé a Poli y por eso puedo escribir estas líneas desde el silencio (con fondo de grillos) que reina en San Luis.
El plan es salir cerca de las diez de la mañana hacia Buenos Aires.
En la feria de artesanos compré unos dulces para llevar a casa y busqué sin éxito unas sandalias que N me había pedido hace varios meses y nunca las conseguí. Volvimos a Bele Aike a cambiarnos y regresamos al centro para cenar. Todos los lugares estaban llenos y había cola para esperar por una mesa. Decidimos buscar un restaurant menos poblado y entramos en uno que estaba más alejado del centro. La atención era mala: había más mesas de las que los mozos podían encargarse y seguramente, un solo cocinero. Después de una hora y media nos trajeron los pedidos en tandas. A Laucha le llegó la milanesa veinte minutos más tarde que las papas fritas y la rechazó. Pablo y yo esperamos dos horas por la parrillada hasta que le preguntamos a la moza y dijo que se había olvidado de pedirla. Entonces, pedimos la cuenta y en menos de dos minutos lo que faltaba estaba en la mesa. La dueña del lugar ofreció chivito para resarcirnos. Le dijimos que lo traiga por decir algo y pagamos sin esperarlo. Cuando ya nos habíamos levantado (Laucha estaba escaleras abajo, Pacho lo seguía de cerca, Pablo, Poli y yo un poco más retrasados) la mujer vino con la bandeja y nos obligó a sentarnos. Lo comimos y nos abalanzamos hacia la puerta sin darle oportunidad de retenernos nuevamente.
Como antes de ayer había ganado en la ruleta, los chicos (y también yo) querían comprobar (porque yo hacía alarde) si mis dotes para el juego eran reales o no. Jugamos como una hora y me saldo fue positivo. Gané cuarenta pesos, ante la incredulidad de mis amigos. Si bien el dinero ganado no era tanto, había que tener en cuenta que las fichas eran de dos pesos y ganar sumas altas era dificil.
Fugaz por mi mente, como una predicción, pasó la frase buena suerte en el juego…
Ya eran las dos de la mañana y Poli quería dormir bien para manejar descansado al otro día. Los otros fueron a bailar. Yo acompañé a Poli y por eso puedo escribir estas líneas desde el silencio (con fondo de grillos) que reina en San Luis.
El plan es salir cerca de las diez de la mañana hacia Buenos Aires.
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