viernes, marzo 18, 2005

Herencias (genéticas)


En la foto: a la derecha, José, en el centro Ana y mi abuela, a la izquierda, un empleado.

El lunes empiezo la facultad y nuevamente –para achicar las distancias y no pasear por todo Buenos Aires, ya que ella vive en Capital- voy a quedarme a dormir en lo de la abuela Elsa algún día. Al principio, pensé que los encuentros –siempre de corta duración, por el horario nocturno de la cursada- iban a ser aburridos, pero después, pensé en sacarle provecho a la hora de la conversación con mi abuela, que siempre tiene ganas de charlar y de contar historias que inciden directamente en mi pasado y me traen a este presente. Al abuelo también le gusta charlar –y más que a la abuela- pero a esa hora él ya duerme. Pero en los brevísimos desayunos de las mañanas siguientes, él es el interlocutor autorizado y mi abuela trata de no entrometerse en su discurso hasta que el reloj indica que yo me tengo que ir y "Eugenio, cortala que Martín va a llegar tarde" y él me mira cómplice y se rie. Disfruto mucho de estos momentos porque son totalmente distintos a cuando ellos vienen a casa –todos los domingos- y yo me recluyo en mi cuarto y la verdad es que me espanto y no tengo ganas de conversar. Tal vez, por esta razón, decidí aprovechar los pernoctes en Saavedra.
El año pasado nuestras conversaciones de centraron –por mi influjo- en la historia de los padres de mi abuela. La historia de mi árbol genealógico conforma mi propia historia y conocerla me ayuda a entender más cosas. Mi bisabuelo, el Opa José, nació en un pueblo judío en Alemania. Mi abuela materna cree que era Gussing. Por alguna razón que ella no sabe, José vivió desde chico con unas tías. Se supone que sus padres murieron y él quedó tempranamente huérfano. Que mi abuela no sepa con certeza la historia de su propio padre me llamó la atención, pero sé que antes las relaciones eran distintas. Los padres –y más los europeos: claro, las guerras- eran recelosos de su pasado y los hijos tampoco preguntaban, todo era secreto.
Lo cierto es que José cobró un dinero –tal vez una indemnización por despido- y decidió invertir sus billetes y su tiempo en recorrer América. Se subió a un barco y las olas lo trajeron a Argentina, no está claro si fue por decisión propia o por casualidad, en el año 1920, aproximadamente.
Acá viene el detalle de color de esta historia y es la razón por la cual mi bisabuelo –ávido por recorrer el continente- terminó quedánsose en Argentina: una tarde o una noche descampada lo asaltaron y le sacaron todo el dinero que había traído. Sólo, sin dinero, sin casa, sin conocidos y sin recursos, tuvo que ponerse a trabajar. Las casualidades de la vida hicieron que el alemán asaltado conozca a mi bisabuela, la Oma Ana, que había desembarcado en Buenos Aires junto a su hermano Gustavo (mi tío bisabuelo, un tipo flaco, alto y fumador) tras huir de la incipiente o ya avanzada Primera Guerra Mundial. También ellos venían de Alemania.
Al tiempo se casaron y los ahorros que consiguió juntar José le permitieron poner una fiambrería en La Boca. Mi abuela dice que su padre tenía por principio, la costumbre de ahorrar al menos, el diez porciento de su sueldo y parece que así junto todo el dinero para poner semejante local lleno de jamones, quesos, salames y demás.
El tiempo se encargó de que nazca mi abuela –en 1934- y de negarle la vida a sus dos hermanos. Ambos murieron a los pocos meses de nacer por alguna enfermedad de la época. Por alguna causa –muchos años más adelante, no sé cuando, estimo que en los sesentas- José vendió el negocio y consiguió otro trabajo, que consistía en alguna tarea propia de los barcos. Lo cierto es que él se embarcaba y pasaban varios meses antes de volver a tierra firme con su familia. Mi abuela no me supo explicar qué es lo que hacía exactamente y creo recordar que en uno de esos viajes él aprovechó para visitar –o intentarlo al menos- a lo que quedaba de su familia.
José murió en los años ochenta, justo cuando yo estaba naciendo o dando mis primeros pasos.
De la Oma Ana no sé mucho, tendré que preguntar. Ella falleció unos años después que su marido.