formas
Cartas de amor a Nora Barnacle, James Joyce - Editorial Leviatán, 1998.
16 de diciembre de 1909 - 44 Fontenoy Street, Dublín
Dulce niña querida, ¡finalmente me escribes! Seguro que has masturbado ferozmente esa sucia conchita tuya para escribirme una carta tan incoherente. En cuanto a mí, estoy tan fuera de forma que tendrás que lamerme una buena hora antes que pueda tener un cuerno lo suficientemente firme para metértelo, no digamos para cojerte. He hecho tanto y tan seguido que me da miedo mirar cómo lo he hecho, después de todo me lo he hecho. Querida, por favor no me cojas demasiado a mi vuelta. Coje todo lo que quieras fuera de mí por ahí de la primera noche; pero dame tiempo para reponerme. Querida, toda la cojida debe ser hecha por ti, porque como estoy de blando y diminuto ninguna niña en Europa, a excepción tuya, desperdiciaría su tiempo y energía conmigo. Cójeme, querida, en todas las nuevas formas que tu deseo sugiera. Cójeme ataviada con tus vestidos de calle, con tu velo y tu sombrero puestos, con tu cara sonrosada por el viento y el frío y la lluvia y tus botas embarradas; cójeme también a caballo sobre mis piernas, cuando esté sentado en una silla, montándome de arriba hacia abajo mostrándome los ribetes de tus bragas y mi pito firmemente clavado en tu concha, o móntame sobre la espalda de un sillón. Desnuda, cójeme, solamente con tus medias y tu sombrero puesto, acostados en el piso, con una flor roja en el culo, montándome como un hombre, con tus muslos entre los míos y tu robusto trasero. Móntame vestida con tu bata de estar (ojalá tengas esa tan bonita), con nada debajo de ella, ábrela repentinamente y muéstrame tu vientre y tus muslos y tu espalda y empújame sobre ti, encima de la mesa de la cocina. Cójeme con tu culo, boca abajo en la cama, con tu cabello suelto, desnuda, pero con tus adorables bragas rosas perfumadas, abiertas desvergonzadamente de atrás y medio caídas, de modo que se pueda entrever un poco tu trasero. Cójeme si puedes acuclillada en el baño, con tus vestidos levantados, gruñendo como una puerca que caga, y una gran cosa gruesa sucia serpenteando con lentitud fuera de tu trasero. Cójeme en las escaleras, en la oscuridad, como una niñera cojiendo con un soldado, que le desabotona gentilmente la trusa y desliza su mano en su pajarito y lo acaricia con su camisa y con ese contacto se va humedeciendo y entonces lo toma con suavidad y lo acaricia junto con sus dos bolas a punto de estallar y finalmente agarra atrevida la pija que ella ama y la manosea y la acaricia suavemente, murmurando para él en sus oídos palabras obscenas e historias indecentes que otras chicas le han contado a ella y ella dice cosas sucias y se mea las bragas con placer y deja salir suave, quieta tranquilamente tibios peditos de su trasero hasta que su clítoris está tan firme como el de él y de pronto se lo mete y lo monta.
¡Basta! ¡Basta per Dio! He acabado y todas las tonterías han desaparecido.
(…)
Jim
16 de diciembre de 1909 - 44 Fontenoy Street, Dublín
Dulce niña querida, ¡finalmente me escribes! Seguro que has masturbado ferozmente esa sucia conchita tuya para escribirme una carta tan incoherente. En cuanto a mí, estoy tan fuera de forma que tendrás que lamerme una buena hora antes que pueda tener un cuerno lo suficientemente firme para metértelo, no digamos para cojerte. He hecho tanto y tan seguido que me da miedo mirar cómo lo he hecho, después de todo me lo he hecho. Querida, por favor no me cojas demasiado a mi vuelta. Coje todo lo que quieras fuera de mí por ahí de la primera noche; pero dame tiempo para reponerme. Querida, toda la cojida debe ser hecha por ti, porque como estoy de blando y diminuto ninguna niña en Europa, a excepción tuya, desperdiciaría su tiempo y energía conmigo. Cójeme, querida, en todas las nuevas formas que tu deseo sugiera. Cójeme ataviada con tus vestidos de calle, con tu velo y tu sombrero puestos, con tu cara sonrosada por el viento y el frío y la lluvia y tus botas embarradas; cójeme también a caballo sobre mis piernas, cuando esté sentado en una silla, montándome de arriba hacia abajo mostrándome los ribetes de tus bragas y mi pito firmemente clavado en tu concha, o móntame sobre la espalda de un sillón. Desnuda, cójeme, solamente con tus medias y tu sombrero puesto, acostados en el piso, con una flor roja en el culo, montándome como un hombre, con tus muslos entre los míos y tu robusto trasero. Móntame vestida con tu bata de estar (ojalá tengas esa tan bonita), con nada debajo de ella, ábrela repentinamente y muéstrame tu vientre y tus muslos y tu espalda y empújame sobre ti, encima de la mesa de la cocina. Cójeme con tu culo, boca abajo en la cama, con tu cabello suelto, desnuda, pero con tus adorables bragas rosas perfumadas, abiertas desvergonzadamente de atrás y medio caídas, de modo que se pueda entrever un poco tu trasero. Cójeme si puedes acuclillada en el baño, con tus vestidos levantados, gruñendo como una puerca que caga, y una gran cosa gruesa sucia serpenteando con lentitud fuera de tu trasero. Cójeme en las escaleras, en la oscuridad, como una niñera cojiendo con un soldado, que le desabotona gentilmente la trusa y desliza su mano en su pajarito y lo acaricia con su camisa y con ese contacto se va humedeciendo y entonces lo toma con suavidad y lo acaricia junto con sus dos bolas a punto de estallar y finalmente agarra atrevida la pija que ella ama y la manosea y la acaricia suavemente, murmurando para él en sus oídos palabras obscenas e historias indecentes que otras chicas le han contado a ella y ella dice cosas sucias y se mea las bragas con placer y deja salir suave, quieta tranquilamente tibios peditos de su trasero hasta que su clítoris está tan firme como el de él y de pronto se lo mete y lo monta.
¡Basta! ¡Basta per Dio! He acabado y todas las tonterías han desaparecido.
(…)
Jim
1 Comments:
¿pero que pasó con las cartas románticas? ¿ya no están de moda?
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