Herencias (genéticas)

Frederick Bierschuvall y Concepción Amor, mis tatarabuelos.

Mi tatarabuelo (por parte de mi abuela paterna, la abuela Beba) Frederick Bierschuvall (apellido que significa barril de cerveza), oriundo de Alemania, era un tipo jodido. Por alguna razón desembarcó en Uruguay (seguramente alrededor del año 1920) y ahí conoció a su mujer, Concepción Amor, española.

Concepción era una católica acérrima (que le mereció esta carta necrológica publicada en la revista dominical de la iglesia de Don Bosco) y tenía una cotorra. Como era alegre y comulgaba continuamente, cantaba canciones de misa y más tarde, la cotorra las repetía de memoria. Frederick, más laico y más cerca del mal que del bien, le rogaba a gritos (cuando no a golpes) a Concepción para que no cante más esa mierda y la cotorra no pueda repetirlas. Cosa que no sucedía.

Una vez, “el alemán”, como lo llamaban, golpeó a Concepción y la cotorra, fiel a su dueña, picoteó al violento. Este agarró al bicho, lo encerró en un cuarto y con un palo de escoba lo molió a palos hasta matarlo. No cantó más.

Estos reiterados actos de violencia hicieron, que años más tarde, Federico Oscar Bierschuvall, su primogénito, se lleve a Concepción, su madre, lejos del techo que compartía con Frederick. La historia del alemán se pierde en ese momento. Nunca se tuvo más noticias de él.

Además (y este es el hecho que explica porque los Bierschuvall cruzaron el río), Frederick era mujeriego. Una noche de ronda (poco después de casarse, todavía no tenían hijos), un grupo de matones lo rodeó, lo culpó por relacionarse con sus mujeres y lo faconeó, abriéndole el estómago. Como pudo llegó a su casa sosteniéndose los intestinos y por algún conocimiento médico que tenía) le pidió a Concepción que le ponga agua con sal en la herida, lo que hizo los intestinos vuelvan a su lugar. Al recuperarse, el matrimonio decidió buscar mejor suerte en Argentina.