martes, mayo 17, 2005

Días de furia

Advertencia: este post no será ordenado (como pretendo hacerlo normalmente) sino que será escrito descuidadamente y sin importar que se mezcle el tiempo, las ideas y las personas.

Los días de furia empezaron el lunes pasado, cuando me enteré por boca de mis amigos (encima tardaron dos días en decírmelo) que N había estado con otro pibe. En ese momento estaba en el trabajo y Laucha era el que me lo estaba contando. Le dije que lo volvía a llamar en un ratito porque tenía que pensar. Me encerré en el baño del laburo y no duré ni dos minutos: necesitaba hablar. Lo llamé de vuelta, le pedí datos al respecto y mucho no sabía. Llamé a Pablo y lo puteé por no habérmelo contado el domingo (lo mismo le dije a Laucha) pero Pablo no sabía nada, es más, se había enterado hacía dos minutos porque Pacho lo llamo para contarle y para decirle que me iba a contar. El tema fue que N estuvo con un amigo del Negro y como el martes ibamos a ir a su casa para darle el abrazo final antes de que se vaya a China y como el tenía miedo de que yo lo mate a su amigo, no me quería contar sino después del martes. Por suerte los otros entraron en razón y me lo contaron. Entonces, estaba en el laburo y hablé con todos los que podía hablar. Estaba sacado, loco y eso que soy el hombre más pacífico del mundo. Quería descargar mi bronca, quería extirpar mi dolor, pero no sabia que hacer, y ahora, además, puedo decir que no había nada por hacer. Se me aparecieron dos posibilidades, una era no llamar a N y no hacerla saber que me había molestado, porque estaba claro que ella había estado con ese pibe que no le gustaba para que a mi me moleste (días después me lo confeso) y la otra era ir y enfrentarla y contarle todo mi dolor. Como no pensaba guardarme todo lo que tenía para decir adentro, averigüe de algún modo si ella iba a estar en la casa o en la oficina de sus viejos. A las nueve de la noche íbamos a ir todos a lo de Coco porque se había recibido de contador y como casi todos mis amigos son sus amigos (porque nos conocemos desde los tres años), ella iba a ir y yo no quería verla ahí antes de decirle todo. Entonces llamé a la casa y me dijeron que no iba a volver. No lo dude: iba a ir a enfrentarla en la oficina. En ese momento yo ya estaba en casa y me tomé un remis hasta la plaza. No sabía exactamente adónde estaba la oficina, porque nunca había ido, pero sabía en que calle quedaba. Toqué un timbre y pregunté por el apellido. Ahí me di cuenta que estaba hablando con un primo de N que también es abogado, le pregunté si ella estaba ahí, pero dijo que no, que estaba en el otro estudio. Le pregunté adonde quedaba y era a dos cuadras, derecho. Le agradecí y salí como una tromba. Toqué el timbre y me atendió ella. Me miró sin saber cómo mirarme, pero en el fondo estaba algo complacida de haber logrado que yo (después de un mes de casi ni hablarle ni mirarla) finalmente aparezca. Le dije exaltado que lo había pensado y que yo jamás hubiera podido estar con alguien delante de ella ni de sus amigas sólo por el hecho de hacerla enojar. Quiso cerrar la puerta de entrada, pero no la deje. Le dije que iba a saludar a sus padres, a quienes no veía desde hacía dos meses y de quienes nunca pude despedirme. Saludé primero a la madre, después al primo y por último al padre que me preguntó si estaba todo bien. Le dije que no, que quería despedirme porque ellos eran buena gente y además respetable y que merecían mi saludo, pero que su hija no. Me enfrenté de vuelta a N. Yo no podía controlar el timbre de mi voz y gritaba. Ella no podía decir nada, salvo que no había estado tan mal, que ella era libre de hacer lo que quisiese porque no tenía más novio. Siempre con un poco de placer, haciéndome sentir el más idiota del mundo. Hablamos como veinte minutos en la calle, yo llorando y gritando y ella sólo se preocupaba por que yo baje la voz y por que no se enteren los vecinos. Me quiso abrazar pero con tanta lástima que rechacé el abrazo. La verdad que no fue ninguna descarga lo que hice, no me sentí descargado. No encontré ninguna respuesta más que ella se había cagado en mí. Le dije que no se le ocurra aparecer en lo de Coco y tampoco en lo del Negro. Me dijo que a lo de Coco si iba a ir. Llegó la hermana y se subió al auto. Antes de que arranquen salude a la familia que estaba en la puerta desde lejos y empecé a caminar en el sentido contrario a ellas. La hermana me ofreció llevarme. No sabía si ir a lo de Coco porque ella iba a estar ahí. Me metí en un bar y pedí una cerveza. Mientras tomaba se me caían las lágrimas. Antes de terminarla pagué y me subí a un remis que me dejó en lo de Coco. Llegué antes que ella. Antes de felicitar a Coco por su título le pedí cerveza. Tomé mucho. La reunión era íntima, seríamos diez. Me emborraché y empecé a dar un espectáculo patético: tiraba chistes que me denigraban a mí y a ella. Todos se reían porque era gracioso, pero seguramente estaban incómodos. Igual fui medido y no estuve todo el tiempo así, sino en varias ocasiones. Cuando se fue me acerqué hasta su auto y en un gesto irónico le abrí la puerta del auto, esperé a que se ponga el cinturón y la cerré. Cómo una princesa tan buena iba a manchar sus manos abriendo una puerta. Se fue. Me quedé con los chicos como dos horas más, hasta las dos. Llegué a casa y la llamé. Tardó en atender porque estaba durmiendo. Pedí explicaciones, no supo darme ninguna, declaré mi amor, le resbalaba, encima de lo que me había hecho yo le suplicaba volver. Hablamos hasta las cinco de la mañana. Completamente borracho me fui a dormir. A las siete menos diez me levanté para ir a trabajar. Estaba destruido, me movía por inercia. Desde el laburo le mandé mensajes a su celular (desde mi casilla de mail porque no tengo celular) diciéndole de todo para denigrarla y expresar el daño y mi dolor. Apenas contestaba. El día de trabajo fue un suplicio porque no podía pensar en nada. Era martes y el último día del Negro en el país. Después del laburo fui a lo del Negro. Su amigo que había estado con N iba a ir, me dijo que no arme quilombo porque en definitiva, el pibe, no tenía nada que ver y ni siquiera sabía que N era mi ex novia y encima de saberlo ni siquiera era mi amigo ni alguien con quien yo tenga trato. Prometí no hacer nada, porque realmente creía que el pibe no tenía nada que ver, pero cómo le explicás eso a alguien enamorado. Fueron llegando todos y cuando llegó este pibe no saludó a todos. Mi personalidad es totalmente pacífica, pero en esta semana de furia me sulfaté y mis sentidos se transformaron. En un momento decido ir al baño y para eso tenía que pasar por donde estaba sentado el individuo. Cuando quiero pasar por ahí veo que sin quererlo, el estaba tapando el paso hacia el baño, entonces, agarro el respaldo de su silla y lo corro muy violentamente, casi lo tiro al piso. Pasé y fui al baño. Cuando salí había lugar de sobra para pasar. Por suerte ni se quejó, porque con mi bronca lo hubiera matado en lo que hubiese sido la primer pelea de mi vida. Y además, me hubiera arrepentido de lastimar a alguien que no tiene nada que ver, era un error descargarse con él. Igualmente, no puedo evitar odiarlo. Llegué a casa a la una, otra vez borracho y llamé a N. De vuelta saqué a relucir todo mi patetismo y le dije todo lo que sentía por ella, que si volvíamos a estar juntos todo iba a ser hermoso, que la amaba como a nadie y demás huevadas. Como a las tres de la mañana y después de no llegar a nada más que a mi dolor, colgué y me fui a dormir. El miércoles me levanté destrozado, dos días durmiendo poco, llorando, sufriendo, tomando. Me fui del laburo al mediodía para hacer los trámites en el centro. Desde el centro la llamé. Como estaba muy mal no fui a clases y me fui a casa. La llamé desde ahí. Todo mal. El jueves fui con los chicos al after office y la pasé bien hasta que me agarró el ataque en el estómago, como un hachazo en el pecho. Desde el lunes que comía poco y nada. El viernes desde casa la llamé de vuelta y hablamos bien. Pero me puse mal porque estaba comprendiendo la realidad de que ella ya no quería estar conmigo. Estuve todo el día en la cama y no pude estudiar. El sábado a la tarde fui a lo de Pablo a estudiar y me dio una mano gigante. Yo estaba tan mal que no podía leer nada, a veces leía él en voz alta, a veces yo, pero lo hacía llorando de pena. El dolor no se quería ir, todavía no quería resignarme perderla y el recuerdo y su falta me lastimaban. A la noche fuimos todos al parque cervecero en quilmes. Yo fui para no quedarme sólo en casa y ponerme mal. A las cuatro me volví con Coco y los otros se quedaron en un boliche, club 21. Como Poli se quiso ir tipo seis y ninguno de los siete que quedaban quiso irse, tuvieron que volver los siete en el twingo de Gastón desde quilmes. Dormí en lo de Coco y ya cuando me fui a dormir decidí ir a la casa de N el domingo a la mañana. Quería decirle delante de ella todo lo que sentía y mis deseos enormes de volver y ser felices. Se sorprendió al verme, pero no le pareció tan descabellada mi presencia. Eran alrededor de las doce del mediodía y me quedé hasta las dos de la tarde. Me dijo una vez más que no tenía ganas de estar de novia y depender de alguien. Yo le dije que muchas cosas de las que dije, las dije desde el dolor y que la perdonaba por lo que había hecho, o sea, yo le dije que me pida perdón para perdonarla, yo tuve que ir para que me pida perdón. Intenté acariciarla pero no me dejó. Cuando nos despedimos la abracé muy fuerte varias veces y en todas le di besos cariñosos en el cachete e intenté llegar a su boca, todas las veces con rechazos. La charla no fue fea, yo dije lo mío, ella me escuchó, ella dijo lo suyo, yo la escuché. En la puerta le dije que la amaba y me fui de su casa llorando. Lloré las doce cuadras que hay hasta lo de Pacho. Toqué el timbre, Pacho se asomó al balcón en cuero, bajó, me abrió, subimos, fuimos a su pieza, estaba Laucha durmiendo, me tiré al piso con él, les conté lo que había hecho, me trataron de loco y se rieron, me contaron que se habían acostado recién a las nueve de la mañana, almorzamos, Pacho me siguió explicando lo que había empezado Pablo, a las ocho fuimos a lo de Pablo para ver un par de cosas que me faltaban, fuimos a jugar al paddle con Coco y Santi a las nueve y media y cuando llegué a casa a las once de la noche, llamé a N. En este llamado me denigré asquerosamente. Mi ceguera y mi amor por ella me hicieron repetirle todo lo que ya le había dicho al mediodía, llorar y suplicarle de volver y aguantar sus arrebatos. Me dijo que para llorar llame a mis amigos, que ella no tiene que soportar esto, que ya me dijo bien que no quería estar más conmigo, que le estaba limando la cabeza y demás piropos. Después de revolcarme como dos horas por el piso llorando, le dije que ojalá que ella nunca esté en mi situación y le corté. El lunes me levanté más o menos bien. Era el día del parcial. Pedí permiso en el trabajo para irme al centro a hacer los trámites para poder repasar y fui a lo de Luciano a repasar. En el centro estaban todos locos y un tipo de un banco se la agarró conmigo y le dije que se calme, que yo estaba hablándole bien. Un pelotudo. Rendí de siete a once y vine a casa. No llamé a N, sino a Pablo y a Pacho para contarles que me había ido bien. Me dormí. Hoy, martes, escribo desde casa porque mañana rindo otro parcial y pedí el día de estudio. Me tengo que poner las pilas en el laburo porque con todo lo N, estoy mandándome cagadas y estoy desconcentrado y no sea cosa que me echen. Corrí 25 minutos por el barrio, flexiones de brazo, abdominales, etc. Llamé a Laucha y hablé unos minutos con la madre. Me dijo que mire una película que me vendría bien en esta situación, No sos vos, soy yo. La voy a mirar. Y me dijo que capaz a veces, uno se descuida a uno mismo, pierde interés en sus cosas, deja de cuidarse y por eso los otros los dejan. Si uno no está bien con uno mismo no puede estar bien con otros, eso se sabe y está claro. Bueno, supongo que ahora empieza el momento de volver a cuidarme, de hacerme mimos, de ponerme las pilas con las cosas que me gustan y salir adelante. Por suerte tengo un grupo de amigos que me respalda y no me va a dejar caer en el pozo otra vez. Amigos, brindemos porque hoy empiecen los días distintos. N no me quiere más y nada indica que volvamos a estar juntos. El tiempo dirá si nos volvemos a cruzar o no. Me quedo con los recuerdos lindos que forjamos juntos. Ahora me resta volver a ser yo, volver a aprender a estar solo.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Después de leer esto me pregunto: por qué uno siempre conoce a la persona equivocada?
Me acuerdo que me contaste todo esto (pero no recuerdo cuándo, la edad y mi crisis me están matando) y leerte ahora me parte el alma...
Todavía no conozco a nadie que hubiera hecho por una mina lo que vos hiciste, Martu... Ahora comprendo mejor lo que te pasa por estos tiempos al respecto.
Lograste salir y eso es lo más valorable: no lo pierdas! Entendés, no?
Besos, y un abrazo tardío que seguro necesitaste por esa época.

2:23 a. m.  

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