formas
en la cama su rostro se transfigura: de la timidez que se esconde detrás de los anteojos a la desnudez provocativa de una mirada felina. Su voz adquiere un timbre más bajo y más sensual. El encuentro carnal es para ella como la luna para el hombre lobo: la transformación eclipsa a la mujer rígida e ilumina a un tormentoso remolino de caricias. Sus manos devienen garras y mi cuerpo charcos de sangre. Más tarde, todo es calma y silencio.
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