sábado, marzo 05, 2005

El final

El problema es siempre el mismo: no se puede volver el tiempo atrás. Porque si se pudiera, uno no repetiría los mismos errores y reforzaría otros detalles y las cosas del presente se podrían modificar. Cambiar las cosas sobre la marcha no tiene mayores consecuencias. El daño, o quizás simplemente un detalle inofensivo, ya destruyó la armonía y el todo comienza a descomponerse poco a poco. Claro, toda vida es un proceso de demolición.
Una relación es algo que se forma cuando dos personas son pareja. Es un ente independiente de las otras dos partes. Se alimenta de las cosas que se van generando y determina los actos de ambos participantes. Estos tienen sentimientos por el otro, pero al tener que demostrarlos no llegan estos sin mediación: la relación es una suerte de colador por el que pasan estas emociones. O sea: todo depende de la relación; es el filtro de las pasiones. Es como la teoría y la practica.
Estoy seguro que fue un detalle pequeñísimo. No lo puedo recordar, pero desde ese momento todo empezó a corromperse. Nos amábamos. Creo que todavía nos seguimos amando, pero el estado de putrefacción de la relación era tan avanzado que nos superó: no tuvimos la culpa. La culpa la tiene la relación. Nuestro amor era perfecto. Jamás estuve tan enamorado de alguien. Jamás compartí momentos tan hermosos con una mujer. Jamás fui tan feliz. Jamás tendré recuerdos como los que tengo ahora y no se pueden borrar. Ya están grabados en la memoria por siempre.
Siempre te dije que el problema eras vos, que por tu manía de discutir y por no entenderme, yo estaba así. Pero, muchas veces pensé también que el problema era yo. Que soy una especie de inadaptado que no sabe relacionarse con las personas y que tiene miedo del futuro, de los compromisos, del mundo, del afuera. Y vos, a tu manera, me entendiste.
Pero esta vez es distinto. La relación no estuvo nunca tan mal como ahora. Volviste de las vacaciones con ganas de destruir lo que nos unía. No pudiste superar que yo haya ido con los chicos de vacaciones. Y lo peor de todo es que nunca te engañé, siempre fui fiel al compromiso que compartíamos, nunca te mentí. Además, en el sur, te extrañé como nunca, empecé a darme cuenta por primera vez que nuestro destino era estar juntos y formar una familia y envejecer juntos. Todos los días besaba tu foto. En esa, como en pocas, estás sonriente y mirás al foco con amor. Yo saqué la foto. Y aunque vos pienses que es mentira, mis pensamientos fueron sinceros y en verdad lo sentí así. Las cosas deberían ser de otro modo: tendríamos que estar juntos y felices. Es lo que soñé y a vos te parece fantasía.
Tampoco es que pienso que esto es un problema de ahora: los dos sabemos que hace tiempo que venimos mal, los dos sabíamos que esto podía terminar así. Y tampoco te echo la culpa a vos, pero tu actitud demoledora de este último mes fue derrumbando nuestro castillo hasta dejarlo sin sostén. Está bien: yo podría haber hecho un esfuerzo sobrehumano e intentar detenerte. Pero no lo hice. Ese es otro problema que teníamos: cada uno quería ver cómo el otro hacía algo para recuperar las cosas. Y los dos nos quedábamos esperando mientras todo se desmoronaba.
Y encima ayer, mientras yo lloraba, vos me mirabas ya lejana, sin ganas de consolarme ni de verme llorar. Ya estabas del otro lado, quizás ya lo estabas desde que volviste. No me quiero quedar con este recuerdo tuyo. No quiero que esa sea la última imagen. Prefiero recordarte dulce, frágil y hermosa durmiendo a mi lado. La idea de alejarnos me duele tan profundo que me lastima. Anoche viste mis lágrimas y sabés que son verdaderas. Son como esas lágrimas que vos te ahorraste llorar. Pero creo que es justo aceptar tu pedido de separarnos. Va a ser positivo de todas maneras. En la distancia vamos a poder darnos cuenta de nuestros errores y obrar en consecuencia para no volver a cometerlos y quizás, en algún momento volver a estar juntos. Yo le tengo fobia a alejarme de tu lado. Lloro y sufro mucho. Ahora tengo que descubrir si lo que me duele es tu falta o mis miedos.
Ya derramé muchas lágrimas: ahora tengo que convencerme de que ya no estás.