miércoles, junio 01, 2005

Diarios viejos

28/05/2003

Viejo:
Esto no es una carta. Tampoco una confesión. Esto es literatura, pero tampoco. Tal vez sí. Es complicado. No sé.
Ni siquiera sé la intención que tiene, o quizás no la sé decir. Es una forma de pensarme, es una forma de acercarme a vos. Es tratar de mirarte y de ponerme en tu lugar, aunque ya estoy en tu lugar, ya estoy en vos, ya estoy desde vos, voy hacia vos, vengo de vos.
Tampoco sé si lo estoy escribiendo para dártelo, o para darme a mí una chance de entenderme. La posibilidad de salir de mí y comprender qué es lo que me pasa. ¿Me pasa algo?
Creo que si te entrego esta carta, esta confesión, en realidad no es ninguna de las dos cosas, pero de alguna manera hay que nombrarla, a tal vez no sea necesario, pero creo que sí, te va a sonar raro lo de matarte, te va a sonar raro todo. El problema es que no sé cómo explicarlo, el problema es que no sé qué quiero explicar.
Pero si te lo doy, pero si te la doy, trata de entender algo. Por que creo que algo estoy diciendo, que algo voy a decir. Que no son palabras sueltas y sin sentido, aunque lo parezcan, pero no encuentro la manera de expresar lo que no sé. Es complicado, es un caos.
Quizás esto sea una suerte de justificación; sé que no hablamos demasiado, sé que no te hablo y también sé que vos me hablas poco. Tal vez te pase lo mismo. Cuando me mirás, capaz que te ves, te ves mirándote, pero hacia atrás. Esto tampoco sé explicarlo, porque es tu mirada, pero lo puedo explicar porque también es mi mirada. Son mis ojos los que miran, son tus ojos los que te ven, pero sin espejo, simplemente apropiándose de los ojos del otro, que en realidad son de los dos.
Tampoco sé por qué te hago esta aclaración antes de que leas la otra parte, porque la otra parte es la misma. Las separa nada más que un espacio en blanco. O no. O ese espacio en blanco es parte de esto o de la otra parte, o los une, o las separa o es un silencio o es el momento en que nos miramos y nos vemos viéndonos. No sé.
Simplemente hay dos partes y en esta te aviso o trato de explicarte qué va a venir después y cómo tenés que leerlo. En realidad, termino diciéndote que no sé qué es lo que sigue ni cómo tenés que leerlo.
Tal vez no haya una forma de leerlo, tal vez no haya nada que leer. Tal vez nunca te dé esta confesión y no haya un sentido preciso en estas palabras.
¿Qué pensabas cuando veías al abuelo? ¿Te veías verte? ¿Ahora sos el? ¿Te pasaba lo mismo que a mí? ¿Qué me pasa? ¿Me pasa algo? ¿Al abuelo le pasaba lo mismo con el bisabuelo que nunca conocí? ¿Les pasa a mis hermanos? ¿Me pasa sólo a mí? ¿Me pasa algo?
Te avisé que era complicado, que no era fácil de entender, que ni yo lo entiendo. ¿O sí? Creo que no, pero puede ser.
Y por qué no me narro como otro, por qué no me escribo en tercera persona, como si fuera un personaje. Porque así, mirándome desde tus ojos, mirándome mirarme, mirarme mientras te miro, termina siendo mirarme mientras escribo, escribir desde mí, escribirme. ¿Y por qué pienso que escribiéndote me voy ver?


02/06/2003
Tampoco estoy buscando recuperar la memoria. La memoria no se pierde, acaso se dilata. Pero eso no me pasa. Mi memoria, mis recuerdos, están ahí, presentes, firmes, imborrables. Perder los recuerdos es perderse uno mismo, pero aunque no los perdí, creo que me estoy perdiendo. O no. No sé.
¿Qué me pasa? ¿Me pasa algo?
Perderse es ya no ser, es morirse, es reencarnar en otro. En otro que también está muerto porque está perdido. Yo no. Yo sí.
La cuestión es que estamos acá, vos y yo, escribiendo, que es una forma, también, de apersonar recuerdos, y tal vez, de inventarlos. Pero eso no. Mis recuerdos no son ficción, ficción es otra cosa.
¿Te acordás cuando tenía nueve años y vos me llevaste al baño porque tenía fiebre y no podía caminar? ¿O te llevé yo? Me paraste en tus pies y caminabas por mí o caminábamos juntos, paso a paso.
Después ya no. Después crecimos y ya aprendí a hacer pis solo. Pero unos años más tarde me agarró fiebre de vuelta y me cubriste con tu cuerpo porque no había frazada que me de el calor suficiente.
Después ya no. Me abrigaba bien, pero cuando me enfermaba me traías el brebaje mágico: leche, whisky y miel. Con eso me curaba.
Ahora, cuando pienso en el abuelo, pienso en vos. Vos sos el abuelo, yo soy el abuelo, yo soy vos. Todos somos uno dividido en tres. Pero la matemática muere cuando la aplicas a la realidad. En su sistema es perfecta: 2 + 2= 4, pero cómo explica que los tres somos uno. 3 son 3. No, tres son uno.
Como ves, esto no es literatura. O sí. Tampoco es una carta, ni una confesión. Tal vez todo esto sea, como el espacio en blanco que separa las dos partes, ésta y la otra, el momento en que nos vemos viéndonos y callamos. Callamos por no poder decir, por no poder explicar que viendo al otro nos vemos viéndonos, que ver significa verse, que sentir significa ser sentido, que ser significa estar siendo sido. Y ahí, viejo, ahí callamos y nos dilatamos y tenemos cuatro pupilas, cuatro ojos, nos vemos en simultáneo. Me mirás y te ves viéndote. Te miro y me veo verme.
Era complicado, ya te lo dije.


09-06-2003
A veces es una nube y pasa. Pero cuando ennegrecen y chocan y truenan, no. Ahí no, viejo. Ahí hay que esconderse bajo la almohada y dejar que pasen. Esperar. Esperar sin saber que. Dormir y olvidar. Olvidarse de todo.
El efecto es bueno: cuando despertás, tardás un buen rato en recordar la tormenta pasada y también en acordarte de vos mismo. Por una horas deambulás, sin pensar, por instinto. Puro instinto. Abrís los ojos, te desperezás, te levantás, vas al baño, te mojás la cara, te limpias los ojos, tomás agua, llenás el estomago. Todo eso de forma inconsciente, automáticamente. Hasta que se levanta la perilla. Entonces volvés, mirás alrededor, reconocés el lugar, reconocés tu cara, tus manos. Y ahí, viejo, ahí sos vos. ¿O sos el otro, el inconsciente? ¿Somos este o el otro? ¿Vos que contestarías? No sé. No tengo idea, y esto, a veces, me desbarranca.
No conozco tu Voz. ¿Sabés lo que es no conocer la Voz de tu viejo? Si, sabés. Vos también sabés. Pero no te culpes, no te culpes, viejo. La vida es así. Una va dando prioridades y en ese mismo acto también relega. Las nubes van tapando, el sol va tapando, esa tarde verde y soleada tapa también, y más.
No te culpes. Yo trato. Pero lo mío es distinto, vos estás, el abuelo no. Vos pensás que yo no me doy cuenta, pero sí, viejo, yo sé. Yo siento tu pecho, yo lo siento. Y también sé por qué es. En las fiestas cuando te vas al fondo y te quedás sólo, yo escucho. Yo los escucho al abuelo y a vos conversando. Charlamos los tres. El allá, vos acá, yo más acá. ¿Vos me escuchás? ¿El abuelo me escucha? Yo creo que sí, pero da miedo. Da miedo escucharme y al mismo tiempo hablarse y mirarme, mientras te mirás. Da miedo ser dos. Yo lo sé, viejo. Y también sé que este problema no tiene solución. Desde el comienzo que somos dos y no nos podemos separar. ¿Qué mejor forma de estar juntos? Aunque no parezca. Lo que importa es lo que está, lo que es, no lo que aparente. Vos sabés. Nosotros sabemos.
Todavía no resuelvo si entregarte esto o no. Yo sé que sab6s, pero no sé si querés saber. A veces saber hace mal, darse cuenta hace mal, advertir hace mal. No sé si vos querés. Igual hay tiempo, tiempo sobra. Siempre sobra, más allá de que parezca que no. Ya sabemos: las apariencias engañan. Lo concreto no. Tiempo hay, viejo, tiempo sobra.
No te culpes. Yo trato.


(lo otro) 28/05/2003
Escribirte como si no estuvieras, viejo, es matarte. Es matarte para encontrarme, para encontrarte. Es enterrarte para poder hablarte. ¿Y por qué no te hablo directamente, cara a cara? Creo que es porque al hablarte me hablo, al mirarte me miro. Porque yo soy vos, porque cuando me hablas me veo hablándome. Entonces, tal vez, por esto no me atreva. Me hablás y me alejo, me distancio, te escucho, pero no te oigo. Me da miedo. Porque lo que me decís, me lo estoy diciendo, porque mientras me hablás me escucho hablando.
Y por eso te mato. Pero no quiero matarte, matarte es matarme. Enterrarte es enterrarme. Y no quiero que mueras, no quiero morir.