jueves, junio 01, 2006

rituales

Las mañanas en la casa de mis abuelos (siempre digo de mi abuela, no sé porqué, la otra vez una chica me lo hizo notar, por ejemplo, también suelo hablar más de mi papá que de mi mamá; la necesidad de tener una figura asociada a los espacios, no sé) siguen un ritual inalterable. La asociación con el cuento de Bioy Casares, El perjurio de la nieve, es inevitable. Siete menos diez mi abuela se acerca a mi cama y me dice que es la hora, que si no me levanto voy a perder el colectivo. A los cinco minutos exactos, como no me levanto inmediatamente, vuelve y me repite lo mismo, hasta que me rindo y me levanto. Al salir del cuarto, mi abuelo está en la cocina ultimando su labor matutina, que se reduce a preparar el jugo exprimido de naranja y el mate. Le doy un beso, y otro a mi abuela, que ya está en la cocina preparándome el desayuno. Como mi jugo de naranja ya está en la mesa, tapado con un platito azul gastado, que debe tener como 50 años, porque sino pierde las vitaminas, lo tomo así nomás, de parado, mientras mi abuela me indica que sobre la mesa están las medias, el calzoncillo y la toalla. Entonces, emprendo mi camino de diez pasos hasta el baño. En invierno me advierte que tenga cuidado al abrir la puerta del baño, ya que sobre el piso reposa la estufa. Me ducho, también siguiendo un ritual que no sigo cuando estoy en mi casa (entrar y correr la estufa para cerrar la puerta, encender la ducha y dejar el agua corriendo mientras hago pis, agarrar el champú del armario, poner el felpudo en el piso, poner el tapate de plastico en el piso de la ducha) y cuando salgo descalzo mi abuela me pregunta para qué me pone las pantuflas si no las uso. Me gusta estar en patas, le digo, ya más animado por el baño. Mientras me visto, mi abuelo empieza con el coctel de chistes y conversaciones que van de un tema al otro sin separadores. Cuando llego a la mesa, ya prolijo y casi listo para salir a enfrentar el día, me esperan dos tostadas de pan de salvado, a mi izquierda el mendicrim y la mermelada, y sobre el costado derecho, dos barritas de cereales que me abuela ya se encargará de decirme que no me las olvide. Cuando estoy por terminar la segunda tostada mi abuela trae el café con leche y lo apoya sobre la mesa. Entonces, me pregunta si quiero otra tostada y yo contesto que no. Mi abuelo, durante todo el ritual, no deja de contarme cosas, y hacerme chistes, y cuando los sucesos son muy desopilantes, mi abuela le dice que se deje de hinchar, que yo estoy dormido y que además, estoy apurado. Pero nada lo amedrenta.

Finalmente, siete y veinte ya sé que me tengo que ir. Podría ser un minuto antes, pero asi lo marca el ritual. Entonces, demoro unos minutos más en lavarme los dientes, otros en ponerme la campera, y saludo a mi abuelo, que nos despide en la escalera a las carcajadas por algún chiste que acaba de contar. Mi abuela lo regaña un poco, y lo perdemos de vista. En la puerta me miro en el espejo, la doy un beso y las gracias a mi abuela; ella me dice que tenga un buen día y empiezo a caminar las tres cuadras que me separan de la parada. Va a estar en la puerta cuidando mis pasos hasta que vea pasar el colectivo a lo lejos, segura de que ya estoy en viaje.

3 Comments:

Blogger Estar latiendo said...

Las casas de los abuelos eran así, solo que en lo de la mía, en vez de tostadas había galletas marineras, y mendricim y miel -la que venia en un soporte que era de forma piramidal redondeada o un prisma deformado, con tapita verde...-, o manteca y miel. Los rituales -compulsión a la repetición- eran mágicos por eso..., por ser hábito, pero que solo vivías ahí, en ese espacio, con esos olores, esos sonidos a cigarras en las mañanas de verano, tan únicos. Tan de abuelos. Tan mágicos. Imperturbables. Quedan allí. Son foto móviles-fijas.
Suspiro.
Ah, no me presente, soy Julieta, y me linkeo a vos, Lu Amor.
Lindo blog. Lindo post.

10:11 p. m.  
Blogger Martín H said...

hola julieta, viste todos los recuerdos que dejan los abuelos!

bienvenida, me alegra que te guste.

saludos
m

3:52 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

hola mrtin, soy mama y me dieron mucha ternura tus comentarios acerca de los rituales de los abuelos, me siento en falta por no prepararte el desayuno por las mañanas, pero igual TE QUIERO
TU MAMA

8:29 p. m.  

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