sábado, mayo 28, 2005

Días que se van

En el velatorio de la Oma, su hija, la tía Olga (quien más tiempo compartía con ella) contó que la noche en que los restos de la Oma descansaban en la capilla del club húngaro, en su casa ocurrió un hecho fantástico: un colgante de bambú se balanceó toda la noche causando ese ruido tan característico de esos adornos. Lo curioso era que no había viento y lo corroboró revisando cada una de las ventanas de la casa. A la mañana, todos los cuadros que están desperdigados por las paredes del departamento, aparecieron torcidos y eso que son cuadros pesados, no son cuadritos insignificantes. La única conclusión a la que llegamos todos fue que la Oma había querido decir presente por última vez.

La abuela Beba, por su parte, comentó que una de sus hermanas también convive con una historia de apariciones y espíritus. Al principio la creyeron loca, pero finalmente comprobaron la veracidad de su experiencia: la tía Marta tiene en su cocina una mariposa que no se va nunca. Esta mariposa responde al nombre de mi fallecido abuelo Oscar y se posa en sus manos. La llama y ella va diligentemente hasta su mano. Creer o reventar.

Por último, papá, contó que de chico vio dos veces un OVNI. La primera fue un Villa Constitución y estaba con un grupo de amigos. El recuerdo es que una luz se movía por el cielo. La segunda experiencia es más fuerte: el dormía en la casa de los abuelos y de pronto se despertó. Una luz no dejaba de moverse en el cielo y era como que lo miraba. No podía calcular la distancia del objeto, podían ser dos metros o miles de kilómetros. Finalmente se fue. Lo último que dijo fue que las personas que tuvieron estas experiencias del tercer tipo sienten como una energía cuando se relacionan con otras que también las vivieron. Varias veces al saludar a alguien surgió el tema esotérico al instante.