UNA SIRENA
- ¿Te hago acordar a alguien?
- No. ¿Por qué?
-Porque me mirás como buscando otra cara que ya conocés bien.
-No. Capaz que ya te memoricé y mirándote recreo el recuerdo de mirarte.
-Pero no me viste muchas veces.
-Yo creo que las suficientes.
-¿Alguna vez viste cómo se reflejan las estrellas en el mar? Se llaman fosforescencias.
-No, nunca las había visto. Son lindas. ¿Te dije que parecés una sirena?
-¿Te parece? ¿Cómo son las sirenas? Lo distintivo son las piernas que en realidad es una gran aleta y que son hermosas e irresistibles, no?
-No sé cómo son las sirenas. ¿Nunca te pasó sentir un olor y saber que ese olor es de algo que tal vez nunca oliste? Vos sos una sirena. Debe ser el pelo, negro y con ondas que le dan vida propia. Mirá cómo hace con el viento. ¿Viste? O tu mirada, infinita y aguda. Es como si me penetraras con la mirada, pero también es como si no me miraras. Es raro. Aparte tus ojos brillan.
-No mientas. Tengo ojos marrones muy comunes.
-No te confundas. Que sean marrones no quiere decir que sean comunes. Aparte unos ojos de un color menos usual sin una linda mirada no significan nada. Tus ojos son lindos gracias a tu mirada. Creeme, brillan. También es tu cara. Tenés facciones exóticas.
-Mi papá me dice siempre que tengo un rostro especial.
-Tenés que ser una sirena. No podes ser otra cosa. Y para completar el lote, tu voz. No sale de las cuerdas vocales, sale de más adentro o de ningún lado o de todos lados. Es ancestral y atemporal.
-Para mí que exagerás, pero es divertido escucharte. Igual te olvidás de que las sirenas atrapan a los hombres con su canto y los confinan a la muerte. Y yo no canto bien.
-De vuelta te equivocás. Esas son las sirenas de los cuentos infantiles. Las verdaderas sirenas se valen solamente de su mirada para cautivar hombres. Mirame. ¿Ves? Listo.
Lo que yo no sabía era que las sirenas regresan de repente al mar, sin aviso previo. Cuando me quise dar cuenta ya no estaba: se había ido para siempre.
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