jueves, junio 23, 2005

Diarios viejos

Miércoles, 23 de Junio de 2004
por la mañana

En la oficina. Hasta ahora bien. En este preciso instante acabo de ponerme mal y por eso recurro a la escritura. No sé qué es. No importa.
Ayer estuvimos con N en mi casa. Sin discusiones. La pasamos bien.
Me estoy dando cuenta de que el diario es mi apoyo. Es el apoyo que no me puede dar nadie, porque ni siquiera yo sé qué me pasa. Entonces, la hoja adelante y el veneno que me quema se transforman lentamente en signo. Después, no siempre, a veces, en realidad casi nunca, se percibe una mejoría que tiende finalmente a opacar a la amargura.
Hoy salgo a las siete del laburo. Cuando llegue a casa voy a pasar lo del cuaderno a la computadora y sumar al archivo estas pequeñas anotaciones que estuve haciendo desde acá.
El martes que viene tengo parcial. Es presencial, no domiciliario como tengo siempre.
Todavía no me preparé demasiado. Ya es hora. El viernes me pido el día en el laburo y le doy duro todo el fin de semana.
Mañana viene Pablo.
Más tarde sigo.


por la noche

Estoy fastidioso. Pasé de mala gana las anotaciones a la computadora. Cuando llegué a casa tenían mal humor los viejos. Pregunté qué pasaba pero no me dijeron nada. Comí unas galletitas, me hice una sopa y la tomé en mi pieza. Mi cuarto es mi refugio, me ampara de todos los males del mundo, es mi cajita de cristal donde me siento seguro. Acabo de notar que la botella de vodka que tengo sobre el escritorio está por la mitad, cuando yo nunca la abrí. Habrá sido papá.
Releyendo un poco el diario me di cuenta de que es bastante reiterativo. Es más, esto ya lo dije.
Bueno, molesto como estoy, creo que es hora de cerrar el día de hoy.
Mañana será mejor.