Sus fotos

Mientras ella todavía dormía, recorrí su casa. Miré sus libros, sus fotos, los adornos. De a ratos, daba unos pasos atrás y comprobaba que siguiera durmiendo plácidamente en su cama. No quería que me viera husmeando sus cosas, a pesar de que no observé nada más que lo que estaba a la vista. Lo más impactante fue ver sus fotos, esas imágenes que devuelven recuerdos, en donde posaba de distintas maneras, delante de varios paisajes, con peinados diferentes y con sonrisas plenas y otras no tanto. Sus días en retratos.

La sensación de que el pasado de una persona no es aprehensible, que el pasado se escapa constantemente y capturarlo con una red para ponerlo sobre la mesa y observarlo es imposible. Con el tiempo cambian las miradas, los gestos, el brillo de los ojos, las caras. Cada foto es una porción del tiempo muerto que ya no es. Cada foto muestra el brillo de un momento e increíblemente logra retratarlo, pero es sólo esa pequeña porción lo que podemos ver. El resto se pierde entre los grumos de los minutos.

La obsesión fue buscarla detrás de sus ojos. Cada cuadro contenía su rostro y en cada una de sus miradas se leían cosas diferentes. Como si por cada foto habría una persona distinta, pero con los mismos rasgos. Después, el juego fue tratar de unificar todas las miradas y encontrar la mirada madre, pero no pude. Se sobreponían unas a otras y no hubo conciliación posible. Tendré que seguir buscando o rendirme a la diversidad.