martes, mayo 15, 2007

El mar no nos quiere



Me levanto, me caigo, voy.
Acelero, tropiezo, me raspo, soy.
De prisa la marcha, provoca el alud,
se suman a la rastra, los haces de luz.
Con los brazos abiertos mando,
la señal de pare siga,
el comando no se detendrá,
salvo por las caídas,
que nos harán más fuertes
y nos darán ánimo para volver a zarpar.
El barco, las velas, el viento, ¡Simbad!
Las olas, el mareo, el olor a mar.
El capitán, su gorra, el traje,
la ropa para ser parte del agua,
fusión de naturalezas que se repelen.
¡El mar no nos quiere,
el mar no nos quiere!
No nos quiere el mar.
Por eso vamos sobre él
pisando las maderas y el ancla a mano,
porque el mar no nos quiere.
Solo la marcha constante
nos llevará a la costa próxima,
pero la distracción será alimento
para el remolino salado que está
en el centro del océano.
Sagrado, no come almas perdidas,
pierde almas.
El miedo, el pánico de ser lo más grande
de la tierra, tener el poder,
y no quererlo, pero tenerlo.
Entonces la locura,
la paranoia, el caos.
La destrucción masiva:
romper brazos, piernas, narices,
orejas, miembros, cabezas,
dedos, manos, ojos, dientes,
pies, uñas, pelos, vientres.
Y de postre,
el sabor amargo de ser un monstruo.
Y todo así.
¡El mar no nos quiere,
el mar no nos quiere!
No nos quiere el mar.

Lectura a cargo de: Tito Omega

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1 Comments:

Blogger Martín H said...

que lectura ingenua, pero llena de personalidad, Tito Omega, te felicito!

6:18 p. m.  

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