El lugar de veraneo más próximo a tu casa

Quiero sentirme liviano,
un cuerpo cayendo desde un décimosegundo piso,
con la velocidad de una pluma,
y al caer la espalda se recuesta
sobre las baldosas calientes
y no hay ningún cuerpo reventado,
ni tripas saltando al aire:
la figura final es un tipo
tomando sol en la vereda,
como si estuviera en la playa,
y con los minutos va llegando
más gente, que clava las sombrillas
en el medio de la calle,
en ese espacio vacío que se llena de brea
y permite que la estaca penetre.
Entonces, la avenida es un parador,
el lugar de veraneo más próximo a tu casa.

Quiero ser liviano,
una pelota pasando mitad de cancha,
que rebota del otro lado,
y vuelve a subir, y vuelve a subir,
hasta que choca con una cabeza
que la levanta un poco más
y después, con un pelotazo,
sale disparada hacia la tribuna,
rebota en un cartel y se va afuera
de la cancha, donde la patea
un pibe de doce años
apuntando al hueco de un tacho de basura,
y la emboca, con una precisión notable,
y grita gol, pero en la cancha ya no hay pelota,
y nadie se dio cuenta,
todos corren detrás de la idea de pelota,
y hacen pases profundos, tiran centros,
se empujan, cabecean, y gritan gol,
pero la pelota está dentro
de un tacho de basura,
afuera del estadio,
entre papeles sucios.
Hasta que llega el basurero,
la ve y la patea tan fuerte
que la devuelve al campo de juego
y cuando la pelota rebota en el pasto
nadie se da cuenta porque están jugando
con la idea de pelota
y cuando se detiene queda quieta
en un rincón del banco de suplentes,
libre y liviana como un olvido.

Ser liviano,
un panadero tomando envión con el viento
y multiplicándose en el aire
con el soplido de un deseo
que parece un beso,
o el movimiento que se hace
para enfriar la comida caliente
antes de meterla en la boca.
Pedazos de flor recorriendo la ciudad
con nombre de oficio,
y ritmo acelerado.
Si uno mira fijo puede ver
el ascenso en línea recta,
tanto que parece que el panadero
estuviera enganchado de un hilo invisible
-podría ser tanza para pesca-
y asciende microdinámicamente,
planeando recto para maximizar las fuerzas,
y alguien podría decir que es todo una mentira,
una impostura del sol,
o vaya uno a saber de quién.

Liviano,
un avioncito de papel
armado con la punta chata
para que no lastime,
pintado con los colores
de una bandera de un país
que no está en los mapas,
o sea, que no está en la idea de planeta,
pero quien puede negar su existencia,
si alguien le coloreó una bandera,
y le puso un nombre,
y hasta fabricó una flota
de aviones mansos,
no para defenderse con armas,
sino para tener un cielo más liviano,
lleno de figuras volando,
como si el evento físico más valioso
de ese país fuera, sostenerse en el aire
y no que todos los cuerpos caigan al suelo.