martes, junio 14, 2005

Diarios viejos

Domingo, 14 de noviembre de 2004

La cara del colectivero lo decía todo. Mucho más para agregar no tengo, pero mi historia la quiero escribir yo. Igualmente, sería un gran acto de justicia que la última imagen sea la cara del colectivero.
Después, estaba la señora del tren –y acá descubrí los peligros de aceptar que te cedan el asiento, mejor viajar parado- que le empezó a hablar al pobre tipo que iba con la nena en brazos. Y acá está el texto de la imagen primera -podría ser un folleto gigante, un póster- “soy sola”, dijo casi orgullosa y sin que se lo pregunten. Sentencia única y final en la vida de la señora. Entonces, un póster: la cara del colectivero, curtida, perdida, hostigada, hastiada, cansada, podrida y abajo, en fuente de palo seco, “soy sólo”, para darle masculinidad.
Me parece que la frase se empezó a usar así por confusión: alguien confundió ser viuda con estar sola -las mujeres siempre escandalizan- y la frase empezó a actuar como sinónimo.
Me quedan pocas palabras para gastar antes de bajarme. Se me acaba de ocurrir –para cerrar la idea, las ideas es mejor que queden cerradas o si no se volatilizan- que el poster tambien va a tener en letra blanca sobre fondo negro, el poema de Borges, El suicida, que cierra, borra y anula al mundo.

No quedará en la noche una estrella.
No quedará la noche.
Moriré y conmigo la suma
Del intolerable universo.
Borraré las pirámides, las medallas,
Los continentes y las caras.
Borraré la acumulación del pasado.
Haré polvo la historia, polvo el polvo.
Estoy mirando el último poniente.
Oigo el último pájaro.
Lego la nada a nadie.