Días festivos IV
Dormimos tres horas. Papá ya estaba en el club desde temprano y yo, como mal hijo que soy, caí recién a las doce y media cuando ya estaba todo listo.
Lentamente, cayeron todos los chicos. La familia, obvio, llegó más temprano. Almorzamos con vista al río y con sol.
Jugamos al fútbol con otros pibes que había ahí. Eramos veinte en la cancha. Mientras jugábamos, toda la familia estaba atrás del arco riéndose de cualquier cosa. Aplaudían los goles y disfrutaban con todo. El abuelo se metió en la cancha dos veces: la primera a jugar un ratito y la segunda para pasearse en calzoncillos por el medio de la cancha. Muerto de risa se los levanté.
Como es invierno y la noche cae temprano, no nos fuimos tarde.
Los festejos de mi renacimiento terminaron en lo de Pacho: vimos una película, Robando vidas. Nos gustó.
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