domingo, agosto 12, 2007

Verano (fragmento, en construcción)

XI

Y un día llegó Guadalupe al barrio,
con cara de perdida y asustada.
Se bajó de un auto azul con sus padres
-que se fue después de dejarla-
y entró como si entrara a una casa extraña,
a su casa, para empezar a ser mi vecina.
Era más grande que yo, tenía la edad de Hernán, mi hermano.
Rubia, blanca, hermosa. Dijo que antes vivía en Belgrano,
en un edificio de treinta pisos.

Un ventanal enorme sin cortinas que daba a la calle
era la ventana de su habitación, y cuando se despertaba,
mientras hacía la cama y acomodaba la ropa,
yo buscaba cualquier excusa para pasar
por su vereda para verla en movimiento,
y ver ese pijama entero con dibujos
de lunas de todas las formas, y creo,
que no había ninguna en esa prenda
que se parezca a la que tengo acá,
del otro lado de la calle, pero más arriba.

Una vez me vio mirándola
-con la boca abierta, como una momia-
y cuando volví a pasar, las persianas estaban bajas.

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2 Comments:

Blogger Maria Coca said...

Imagino que a nadie le gusta sentirse observado. Sin embargo, nunca lo olvidará.

3:24 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

creo que siempre nos damos cuenta cuando nos miran, de cualquier forma es mas lindo hacerse el sorprendido...

11:54 a. m.  

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