sábado, septiembre 08, 2007

Verano (fragmento, en construcción)

XXII

Abajo del pilarcito hay
primero baldosas, y más cerca de la calle, pasto,
donde nace un camino de hormigas rojas
que caminan en fila india por dos carriles
en direcciones contrarias sin chocarse,
como si supieran de memoria
lo que significa mano y contramano,
siga, detenerse y precaución.

Desde lejos no se ve el camino,
ni la marea de insectos que viene y va,
pero en cuclillas se puede andar
desde el pasto de la vereda hasta el portón del garage,
y después girar a la derecha,
esquivar el motor del tanque de agua
por el costado sin tocarlo,
y seguir el trayecto hasta que
las hormigas se sumergen
en su castillo de túneles que se cruzan,
y forman barrios, ciudades, mundos,
pequeñas maquetas de cartulina
que contienen sueños urbanos de insectos.

Y enseguida el taller de papá,
donde no entran las hormigas
porque las quemaba con kerosene.
Les tiraba un chorrito en el caminito,
silbando, con una mano en el bolsillo,
y cuando terminaba de regarlas, prendía un fósforo
y lo tiraba encima de los bichos que ni siquiera se morían,
sino que desaparecían en el aire, achicharrados.

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