viernes, agosto 11, 2006

aire

el silencio es rosado
tiene color
hace juego con las paredes
combina con los muebles
las piezas encajan sin esfuerzo
el rompecabezas se transforma
en un abre cabezas
el cerebro al aire libre
ventilando materia gris
para que respiren las ideas.

carne

el misterio era descubrir el velo
y ver lo que había detrás
rozar la tela con los dedos
ejercer una presión mínima
y hacer un movimiento hacia el costado
dejar al desnudo
la carne madura de la fruta.

cero

transpiro los restos de la noche
que se vaya todo,
que no quede nada.
el saldo tiene que ser igual a cero
para que no queden huellas.

viernes, agosto 04, 2006

cortes

Como espadas,
filosas flechas sin dirección
llegan a mi cuerpo
como si fuera un blanco.
Una gota de sangre cayendo por mis labios
se desliza con tanto cuidado
que me quedo encantado.
Ver la caricia de la sangre me enciende.
Entonces pido más: flechas, espadas,
martillos, púas, cuchillos, sierras, hachas,
cualquier cosa que pueda
desfragmentarme.

¡Blanco!

Las palmas de las manos
rojas, púrpuras.
Al principio el color es vivo,
pero con los minutos se opaca,
se seca y quedan las marcas.
Las líneas de mis manos son ríos,
miles de ríos espesos
perdidos eternamente entre los dedos.

¡Blanco!

Veo mi propia carne por dentro,
mis muslos partidos a la mitad.
Venas, músculos, arterias,
huesos, piel, tejidos,
un derroche de humanidad descomponiéndose.

¡Blanco!

Casi ya sin fuerzas,
el hachazo final en la cara:
cae un ojo, cuelga una oreja,
mis labios son una mueca ininteligible.
Quiero alcanzar un espejo para verme,
pero se resbala y se quiebra: astillas.
Los ríos caudalosos de sangre en mis manos
tiemblan sin control, desbordados.
Lo último que puedo hacer
es lamer mi propia sangre:
es dulce.